Los orígenes del chocolate están asociados con el período maya. Estas personas nativas fueron probablemente los primeros en cultivar el árbol del cacao. Esta planta tiene orígenes muy antiguos, de acuerdo con investigaciones botánicas precisas, se puede asumir que sus orígenes se remontan a hace más de 6000 años en el Amazonas y el área del Orinoco. Ya en ese momento, el chocolate se consideraba un alimento para los privilegiados, de hecho, los mayas lo reservaron solamente a las clases más nobles de la sociedad y a gobernantes, nobles y guerreros. También en aquellos tiempos, solían consumir una bebida de cacao hecha con agua caliente y, de hecho, el origen mismo de la palabra chocolate está estrechamente vinculada con esta receta: se tomó el nombre chacauhaa, una unión de las palabras caliente (chacau) y agua (haa).
Sinónimo de chacau era chocol, del cual deriva chocolhaa, seguramente el primer nombre que más se acerca al chocolate español. Con todo esto, el uso de los granos de cacao no se limitaba a esta bebida. De hecho, estas poblaciones los utilizaban como unidad básica para medir y contar, como moneda de cambio en el comercio, mezclado con incienso y – frecuentemente – con sangre de los sacerdotes y como ofrenda a los dioses durante las grandes ceremonias sagradas. El primer europeo para degustar este manjar fue Cristóbal Colón, cuando en 1502, durante su cuarto viaje a las Américas, frente a la costa de Honduras, estuvo en la isla de Gunaja y luego trajo la semilla sagrada al viejo continente.
Se conoce en tres variantes principales que consisten en chocolate con leche, blanco y negro dependiendo de la preparación de cacao puro y la concentración, que ahora se trabaja en un sinfín de formas y preparaciones, a menudo con la adición de sabores adicionales, tales como guindilla, pistacho y sal. Hoy en día, la planta de cacao – incluyendo modificaciones genéticas – contiene aproximadamente 14.000 variedades catalogadas. Se trata pues de uno de los más deliciosos manjares que la naturaleza nos puede ofrecer, tan convincente como lo era para los antiguos mayas y aztecas. Suficientemente sagrado y delicioso para ser todavía conocido como el alimento de los «dioses».