Dicho esto, el secreto de una auténtica pasta a la carbonara es olvidarse de la panceta y hacer como los verdaderos cocineros de Roma: utilizar el guanciale (una chacina italiana sin ahumar preparada con careta o carrillos de cerdo). Se trata pues de una delicia tipica de las regiones cercanas a Roma: una variedad de panceta proveniente de la mejilla y el cuello del cerdo, prensada y aliñada con sal, pimienta y ajo. Les recomendamos gastar tiempo para buscar un lugar que venda un buen guanciale, dado que la receta en si es muy fácil de seguir. Esperamos que la disfrutéis:
Ingredientes
– 350g spaghetti o fusilli
– 150g Guanciale
– 100g queso pecorino
– 5 huevos
– Pimienta negra molida
Preparación
Cortar a dados el guanciale (o la panceta si lo preferís) y cocer en una sartén antiadherente sin nada más. Se pretende que expulsen toda la grasa y se vuelvan crujientes y doradas. Colar el líquido graso antes de que se gelifique de nuevo. Cocer la pasta pero con menos sal: el guanciale y el pecorino ya son muy salados y, por lo tanto, es mejor no exagerar. Mientras la pasta cuece, batir en un bol un huevo entero y solo las yemas de los otros cuatro, añadir el queso rayado y mucha pimienta negra. Antes de añadir el guanciale asegurase de que no este demasiado caliente o solidificará todo. Cuando la pasta esta lista, colarla, esperar 90 segundos y verterla directamente en la sartén con la salsa- mezclar todo. Vuestro objetivo es distribuir la salsa en toda la pasta, a una temperatura más bien alta, de modo que los ingredientes se solidifiquen y se adhieran a la pasta. Finalmente, añadir un poco de queso cacio y pimienta – solo si se quiere- y servir.