Los orígenes del Parmigiano se remontan al siglo XII, en la Edad Media, cuando en los monasterios benedictinos y cistercienses de Parma y Reggio Emilia aparecieron los primeros caseríos donde, gracias a la abundancia de ríos y amplios pastizales, empezó a difundirse la producción de un queso muy particular, obtenido a través de la transformación de la leche en grandes calderas. Para obtener 1 quilo de queso Parmigiano Reggiano se requieren 16 litros de leche, por lo tanto, es capaz de proporcionar una gran carga de nutrientes: proteínas, calorías, vitaminas, fósforo y calcio que se centran en la masa y no se pierden durante el período de maduración. Además, su envejecimiento natural facilita la digestión de Parmigiano Reggiano y desarrolla una complejidad de aromas y sabores extraordinarios. El resultado de este proceso es un queso con una textura granulada, rico en calcio y nutrientes, de color pajizo y envejecido durante un mínimo de 12 meses (pero también suele llegar a los 36 meses, convirtiéndose en el queso más maduro de todos), factores que ayudan a crear este sabor sabroso y único que ha logrado encantar a todo el mundo.
Precisamente por esta razón, y para evitar la infracción ya tristemente generalizada fuera de Europa, en la actualidad, la producción de Parmigiano está estrictamente controlada en todas sus fases por el Consorcio, el cual tiene como objetivo asegurarse de que el Parmigiano es producido por los fabricantes de queso que todavía operan en los mismos lugares, con los mismos ingredientes y con el uso de las mismas viejas técnicas. Un queso único, delicioso a trozos, a virutas o rallado, solo o acompañado, un verdadero rey en la ya rica mesa italiana, un gigante del Made in Italy que durante nueve siglos conserva su linaje real y parece no tener intención de abdicar. ¡Para el deleite de los gourmets de todo el mundo!