Guapo, interesante, irónico y sabio de manera única, algunas veces un poco desesperado, ha sido la personificación de la Italia en todos sus momentos difíciles – de un país devastado por la guerra a una aparente superpotencia económica e intelectual, hasta el desencanto de hoy en día marcado por la corrupción de la clase dirigente. Ha tenido papeles importantes en películas neorrealistas, en comedias, dramas y shows artísticos- y su sonrisa ha conquistado siempre a todos, siempre Mastroianni primero que sus personajes.
Se podría sostener, que la confusión entre sí mismo y sus personajes han sido la clave para su éxito como su propio enemigo. Le fastidiaba reamente su fama de arquetipo de “Latin Lover”, por ejemplo – tanto que ha escogido activamente personajes desesperados, solo o, incluso, impotentes – pero esto solo ha reforzado su aura de sex symbol. Lo mismo vale para su presunta vagancia (un rasgo común asociado a los romanos, aunque de hecho él no lo era): no importaba cuanto intensamente trabajase en el teatro o en el cine, todos sus papeles le daban imagen de comodón, indulgente prototipo italiano, y esto fue suficiente para convencer a la gente.