Recoger la uva significaba que se iniciaba no solo el proceso del vino en si, si no también una nueva estación de trabajo y comercio. Las sobras del prensado de uva se utilizaban como alimento para animales o como fertilizante, por no hablar de las uvas utilizadas para las típicas recetas otoñales o el mosto utilizado para hacer mermeladas o conservas. Hasta 1950, todo esto era más que suficiente para que las poblaciones de las zonas rurales estuvieran entretenidas, dado que debían ser muy rápidos para hacer el mejor uso del breve lapso de tiempo entre la plena maduración de las olivas y su deterioro. La recolecta, el transporte, el prensado y la conservación se hacían naturalmente a mano (y con los pies), así pues todos, des de los niños a los abuelos ayudaban a completar el trabajo a tiempo. Esto hacía que las familias comúnmente aisladas colaboraran entre ellas y conocieran más gente. La vendimia, que iniciaba tradicionalmente a partir del día de San Martín (11 de noviembre), se convierte en la data para muchos otros inicios, entre ellos la reapertura de las escuelas y de los tribunales, el pagamento de las rentas de terrenos, mercados y muchos otros – casi como si fuera un tipo de fin de año. ¿Cómo no podía la gente celebrar esta ocasión?