Precisamente a causa de su característica conformación, en 1876 fue definida como Belpaese por el distinguido geólogo Antonio Stoppani, fama que desde entonces acompaña a esta hermosa península. Para proteger este rico patrimonio en el siglo pasado han sido establecidos por el Estado italiano de las áreas naturales protegidas, dispersas por toda Italia, pero atentamente seleccionadas, que contienen ecosistemas de la más existente belleza. De estas reservas, la más antigua es el Parque Nacional del Gran Paradiso, que se encuentra alrededor de la montaña homónima a caballo entre el Valle de Aosta y Piemonte, el cual fue instituido en Turín en 1922, aunque por razones muy lejanas a la protección del medio ambiente.
Su historia está estrechamente entrelazada con la protección de su animal simbólico, el íbice. Este ungulado, el cual una vez fue extendido en cotas elevadas a lo largo de los Alpes, ha sido objeto de la caza indiscriminada durante siglos y, al parecer, sólo para mantener la exclusividad de esta especie, el rey Vittorio Emanuele II estableció en estos valles una reserva de caza real ya en el año 1850.
Así nació el 3 de diciembre de 1922, el Parque Nacional del Gran Paradiso. Hoy en día la reserva abarca 71.000 hectáreas de terreno montañoso e incluye bosques, pantanos, lagos, cascadas y alrededor de 30 glaciares repartidos en 5 valles.
También puede presumir de una vista con la más variada fauna de la península: halcones, pájaros carpinteros, búhos, águilas, lobos, marmotas, zorros, linces, gamuzas, cabras montesas, entre otras numerosas especies que habitan en el Parque, formando un ecosistema perfecto aunque todavía pesa la falta de grandes depredadores, extinguidos debido a la caza real.