Visitar Monza es como dar un salto al pasado, como revivir un pedazo de historia de Lombardía e Italia. Cerca de la capital de Milán, la ciudad es un lugar único marcado por una relación particular entre cultura y ambiente, y conserva restos de épocas y pueblos lejanos: los celtas, que probablemente fundaron el primer asentamiento, los romanos, los cuales le dieron su nombre actual , los lombardos, responsables de la construcción de la basílica de San Giovanni Battista y el Plazzo Reale de Teodolinda y los austriacos, los cuales por la voluntad de la emperatriz María Teresa de Austria, fundaron la conocida Villa Reale. Construido de acuerdo con los cánones de la arquitectura de la famosa Reggia di Caserta, este último es el edificio histórico y artístico más importante de la ciudad lombarda junto con la catedral.
Al lado de la plaza de la catedral, nos encontramos en Piazza Roma con el Arengario que es el cruce hacia las calles más importantes de Monza. Dando un paseo por sus alrededores, en Via Carlo Alberto – un verdadero desfile de tiendas para todos los gustos – se llega a plaza Carrobiolo. Los amantes de las compras pueden recorrer Via Carlo Alberto hasta Arengario y continuar por Via Italia, girar a la derecha en Piazza Trento y Trieste, donde al centro se encuentra un monumento de la guerra. Girando a la izquierda en cambio, no sólo se encuentran otras tiendas, sino que llega al puente dei Leoni con vistas al Lambro.
Monza, sin embargo, no sólo es famosa por su historia y sus obras de arte, también es muy popular por su comida y vino. Muchos son los platos vinculados a la tradición campesina como el panmoijaa (sopa con lardo preparado con cebolla picada, ajo y perejil y servido en rebanadas de pan amarillas) o la torta paesana (dulce «pobre» preparado con pan duro remojado en leche y cacao enriquecido, piñones, pasas y frutas confitadas).
Y hablando de postres, vale la pena mencionar dos recetas antiguas relacionadas con la figura y el nombre del patrón San Gerardo: pan y galletas de San Gerardo. El pan de San Gerardo se puede encontrar en Pasticceria Luzzara, mientras que para las galletas se recomienda ir a la Pasticceria Santini, la cual desde hace más de 150 años produce estos pasteles secos de larga duración. Sin embargo, el plato símbolo de Monza, es sin duda el risotto con luganega, es decir, con la salchicha. Puedes comprarla en Il Gourmet en vía Passerini o en la pequeña charcutería de Angelo Brugola, en vía de Antonietti. Si, en cambio, caminando por las calles de la ciudad vieja te apetece probar este plato, deteneros en Osteria del Cavolo, con colores pastel y vigas de madera que dan vida a uno de los locales más bonitos de Monza, donde la tradición y la innovación se entrelazan en el interesante menú inspirado voluntariamente a la tradición lombarda. Para una cena de pescado, sin embargo, te recomendamos Ristorante Il Moro, que celebra los placeres de la cocina del mar.