Piensa en un coche italiano. No, no Ferrari: la otra máquina icónica. En vuestra mente probablemente estáis imaginando un Fiat 500 – el viejo y una vez omnipresente modelo del 1957, inmortalizado en muchas fotografías y de películas como The Italian job o la clásica animación japonesa Lupin III – Il castello di Cagliostro. En realidad han existido diversos modelos con el mismo nombre (en el 1936, ’57, ’91 y 2007), pero solo uno de ellos ha tenido el honor de obtener el título de superstar y convertirse en un símbolo del diseño italiano como pieza de museo en todo el mundo.
Lo que muchos no saben es que el diseño original de este modelo proviene de la idea de un dependiente de la filial alemana de la Fiat. Concibió la 500 como una heredera espiritual del Maggiolino de la Volkswagen: un redondo y pequeño vehículo muy económico para una nueva era. En Italia en los años 50 se vivía, en realidad, el “milagro económico” que dio vía al nuevo fenómeno del consumismo. Por esta razón era muy alta la demanda de coches básicos a precios asequibles. La propuesta se produce rápidamente pero con un diseño menos espartano, siguiendo los gustos del público. En consecuencia, la 500 se convierte en un éxito día tras día: entre 1957 y 1961 el número de vehículos en Italia se multiplicó cuatro veces- y casi la mitad eran 500.
Útil y muy fiable, la 500 ha sido producida en innumerables variantes hasta 1975. Todas pequeñas y estrechas, no muy cómodas para los estándares actuales (por ejemplo tenían solo un pequeño “banquillo” en vez de asientos posteriores adequados, con el propósito de no dañar la venta de otros modelos Fiat más caros), calurosas en verano y fría en invierno, y muy lentas – su velocidad máxima original era de 90 kilómetros por hora, pero podía alcanzar los 100. Sin embargo, todo esto no le importaba a un país hambriento por movilizarse, o incluso para Europa en general (una 500 podía venderse en Alemania por el mismo precio que una moto, e incluso por menos en le mercado Francés).
En un cierto sentido las 500 han sido los primeros microcoches originales – solo que eran utilizados para viajar por todo el país, por las carreteras de nueva construcción que, por primera vez, permitían recorrer largas distancias a un tiempo razonable.